“-Jaimito, dinos una palabra que tenga cinco veces la letra ‘i’.
-Pero, señorita, eso es dificilísimo.
-Muy bien, Jaimito. Aprobado”.
Permítanme que eche mano de este chiste infantil para referirme al profesor Ángel Luis Mota, y digo lo de profesor con todas las de la ley y cariñosamente pues es así como me refería a él en la radio, aunque uno no haya sido nunca alumno suyo en las aulas, pero sí en la vida y supongo que, al cabo de los años, también frente al micrófono. Un chiste inocente y a la vez ingenioso como era el humor que derrochaba Ángel Luis, partículas de risa que se le caían al suelo por donde pasaba dejando un rastro amigable e irónico. ¡Qué suerte haber podido caminar junto a él!
Muchas veces lo he dicho, pero los viernes, a la una de la tarde, ha sido durante muchos años el mejor momento de la semana, de mi semana. A esa hora el profesor Ángel Luis Mota llegaba a la redacción de SER Cuenca para hacer en directo su sección de cine en ‘Hoy por hoy Cuenca’. Cuando recogí el testigo del programa de mi compañera Aurora Duque, el profesor venía en el lote. Nadie, a lo largo de la decena de años (o más) que ha colaborado con la SER, se había cuestionado nunca esos minutos de radio. Un espacio sobre cine contado con amabilidad, con buen rollo, sin tecnicismos, para todos. Jamás se dijo nunca ‘no vayan a ver esta película’ o ‘esta otra no merece la pena’. Siempre estaba su amigo Jacinto a quien le gustaban las películas de Van Damme, por ejemplo.
Ese tiempo de cine en la radio era esperado por mí porque traía relajación. A esa hora de los viernes la actualidad ya no te mete prisa y el espacio de Ángel Luis se hacía sin guión. No hacía falta. Es más, me hubiera podido salir del estudio (como alguna vez hice) y él hubiera seguido hablando, contándole a los oyentes cualquier historia, aunque ésta nada tuviera que ver con el cine.
Para explicar los argumentos de las películas siempre me ponía de ejemplo. Con él he sido desde un pastor de cabras en el Atlas hasta un excombatiente del Vietnam con problemas psicológicos. Un día llegó a comparar los rituales de apareamiento de los pingüinos con mi vida sexual.
El resultado final era, no ya la risa, sino la carcajada, también compartida con sus oyentes, esos oyentes que le han reclamado en las ondas y que, sé con seguridad, tanto le echan de menos.
El remate final a ese espacio de cine era siempre la charla con ellos, con los oyentes a los que regalábamos una entrada de cine si respondían correctamente a las preguntas del profesor Ángel Luis Mota. ‘Preguntas dificilísimas’ decíamos con ironía pues hasta los niños las sabían, como el chiste de Jaimito.
Si las películas están hechas de fotogramas, la vida lo está de sensaciones. Las que me ha dejado Ángel Luis las guardo celosamente y aunque haya podido compartir algún retazo en estas líneas, lo mejor lo guardo bajo la piel, que es donde más calienta.
Si me permiten, proyecto para terminar uno de esos fotogramas: el estudio de radio, el micrófono y su voz grave terminando de contar el argumento de una película cualquiera “…y al final ¿qué pasará? Eso ya no lo contamos. Vayan al cine”.