domingo, 20 de septiembre de 2009
ESTO SE ACABA
El primer contacto con Prodei fue la llamada de Katia Urteaga a mi teléfono móvil unos días antes de emprender el viaje al Perú (hace ya tres meses). Quiero empezar por aquí mi valoración personal de esta experiencia porque fue en ese momento cuando empecé a comprender que ya no había vuelta atrás, que mi decisión de pasar tres meses participando en un proyecto de desarrollo estaba a la vuelta de la esquina; fue entonces cuando empecé a ilusionarme de verdad, más allá de los ‘preparativos’, o lo que es lo mismo, las jornadas de formación impartidas en semanas previas por el Instituto de la Juventud de Castilla-La Mancha y por la ONG Minka.
Y así, de la noche a la mañana me vi ya saliendo del aeropuerto de Lima y respirando las primeras pinceladas de realidad peruana.
He de reconocer que los primeros días fueron duros y que descubrir y aceptar una nueva realidad tan distinta a mi visión ‘occidentalizada’ de las cosas tuvo que ir cambiando a golpe de sorpresa (por no decir resfriado, mordedura de perro, molestias intestinales,…). Ahora, tres meses después de aquellos primeros días desconcertantes, he de reconocer que ese ejercicio de ‘descubrir’ resultó divertido y muy muy interesante.
Impacta lo que ves en la calle (tráfico caótico, mercados abarrotados de gente y de actividad frenética, sonidos totalmente nuevos, olores intensos a comida recién cocinada, sabores picantes que ponen a prueba a mi estómago); impacta el contacto con la gente que rebosa amabilidad y que te saluda constantemente dándote la mano o con un beso (sólo uno) en la mejilla; impacta escucharles hablar en un castellano que creía saber pero que me ha costado semanas descubrir multitud de palabras nuevas, de giros y de expresiones, de conceptos que voy memorizando como buenamente puedo (y todo esto sin hablar del quechua, que esa es otra), y por supuesto, impresiona enfrentarse al soroche, pero a eso se acostumbra el cuerpo en unos días.
Adaptarse a una nueva realidad cuesta más, en mi caso al menos diría que no me sentí integrado hasta mediados de agosto, es decir, mes y medio después. Pasado ese tiempo empecé a ver las cosas de otro modo y un día me descubrí a mí mismo saboreando la ciudad, las comunidades, los niños, las gentes, de otra forma. Descubrí que en parte este era ya mi sitio. Y sí, al final, cuando mejor estás es cuando uno tiene que empezar a hacer la maleta.
lunes, 14 de septiembre de 2009
A LOS PIES DEL HUAYTAPALLANA
LA SELVA CENTRAL
jueves, 3 de septiembre de 2009
EL CAMINO QUE NOS UNE
Los caminos sirven para unir a los pueblos. Son vías de comunicación que facilitan el tránsito de personas y mercancías de un lado a otro. Con las personas viaja la cultura, las ideas, los avances sociales. Por los caminos avanzan también los ejércitos que expanden una nación. Los romanos sabían bien de la importancia de los caminos y por eso desarrollaron una extensa red de calzadas por todo el imperio alcanzando a buena parte del continente europeo y a la cuenca mediterránea. Hoy en día, muchos caminos, carreteras e incluso autopistas siguen las mismas rutas abiertas por los ingenieros romanos.
También en Europa, en
Paisaje andino en Pachachaca
En la cordillera de los Andes, la cultura inca desarrolló una extensa red de caminos bien adecentados a partir de las vías de comunicación existentes entre los distintos valles y montañas por los que se iba expandiendo el imperio. A diferencia de aquellas calzadas romanas de una anchura lo suficiente para permitir el paso de dos carros tirados por bueyes, los caminos andinos eran más estrechos. Las culturas prehispánicas desconocían el invento de la rueda pero, pensándolo bien, ¿qué utilidad tenía la rueda en un terreno tan agreste como la cordillera andina? Los tramos llanos se sucedían de grandes escalinatas y éstas, a su vez, desembocaban en estilizados puentes colgantes sobre el abismo de un barranco.
De aquella inmensa red de caminos adecentados y cuidados por los incas, muchos tramos se han conservado hasta nuestros días y al igual que pasara con las calzadas romanas, su recorrido se mantiene hoy en día sustituido por carreteras y ferrocarriles. Y al igual que ocurre con caminos como el de Santiago, las rutas primitivas de los incas siguen siendo recorridas por los viajeros y los turistas que buscan, en el caminar de sus pasos, el encuentro con culturas antiguas.
QHAPAQ ÑAN
En la actualidad existe un proyecto de singular interés puesto en marcha en el año 2003 por Perú, Argentina, Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador y que persigue la declaración, por parte de
DOS DE MAYO
En el distrito de Pucará, cerca de Huancayo, encontramos varios lugares con restos de la civilización inca que nos permiten acercarnos a aquella cultura, lugares que están accesibles al visitante y que ofrecen muchas posibilidades al turismo local. Comenzaremos el recorrido en la comunidad de Dos de Mayo a la que accedemos por carretera desde la pista que une Huancayo con Huancavelica. Para llegar hasta las casas debemos ascender por un camino de tierra que necesita mejoras en algunos tramos, un trabajo de reforma que se hace imprescindible si perseguimos que los visitantes lleguen hasta este lugar.
Madre con su niña en Dos de Mayo
Ya en Dos de Mayo, recomendamos el paseo por sus calles hasta llegar a la plaza donde aún se conserva una picota de piedra levantada en el centro de este espacio urbano, recuerdo de los actos de justicia que en otros tiempos se impartieron aquí. Esta plaza es un espacio amplio rodeado de casas y lugar de encuentro de sus vecinos. A algunos de ellos nos los encontramos en el paseo camino de su actividad diaria, siempre relacionada con la agricultura y la ganadería, su medio de vida.
Desde la plaza se descuelga una calle, en dirección a Marcavalle, por la que seguiremos nuestro paseo. Dejamos a la derecha el amplio terreno del estadio de fútbol, lugar de juego de los niños, y llegamos ya a los primeros restos arqueológicos donde haremos una parada.
Camino del inca a su paso por la comunidad de Dos de Mayo
Tenemos ante nuestros ojos los restos de un tramo del Camino del Inca, una vía de comunicación tan antigua como la cultura que nos ampara y de la que, en mayor o menos medida, provienen todos los habitantes de estos cerros. La pista está rodeada por dos hileras de piedras y a la izquierda del camino se conservan aún restos de un antiguo tambo, esas casetas ubicadas estratégicamente al borde de las vías de comunicación que servían de hito y de refugio a los caminantes, a los campesinos y a los mensajeros del Inca que salvaban a la carrera las largas distancias del imperio para propagar las noticias y aconteceres.
Restos de un tambo al borde del camino
Junto a los muros de piedra semiderruidos, una anciana descansa sin quitar ojo a sus ovejas que pacen en el entorno, ajenas al lugar en el que se encuentran, tantas veces transitado a lo largo de los siglos. Con un poco de fantasía, el visitante puede aprovechar los elementos que tiene a la vista (el camino, los restos del tambo y la vieja con las ovejas) para imaginar una escena similar vivida en este mismo lugar hace cinco siglos.
Pastora andina
AÑAZPAMPA
La ruta la vamos a continuar desde Dos de Mayo hasta la comunidad de Marcavalle para lo que seguiremos la pista (recientemente acondicionada y en muy buen estado) que atraviesa el paraje de Añazpampa, palabra en quechua que viene a significar ‘el llano de los zorrillos’. Este paraje no deja indiferente a cualquiera y los visitantes podrán recrearse desde aquí contemplando las impresionantes vistas que tenemos al frente. Las cumbres nevadas del Huaytapallana, allá a lo lejos, se muestran majestuosas coronando una cordillera que ronda los 5.000 metros de altitud.
Al fondo, cumbres del Huaytapallana
Pero volvamos a pisar la tierra bajo nuestros pies. La puna se extiende a nuestro alrededor y un paisaje casi desértico nos acompaña. El silencio es tan intenso que se puede cortar. Ni el viento se mueve. Si bajamos la vista hasta el suelo y seguimos los pasos de nuestros pies, veremos crecer entre la tierra brotes de vegetación. Plantas como el ‘hualajo’ nos sorprenderán abriéndose paso en un terreno árido. Es un arbusto que se agarra al suelo para que el viento, cuando sopla fuerte por las lomas de esta cordillera, no arranque sus raíces. Esparcida por el suelo, la planta del hualajo se asemeja, con sus brotes que parecen de lana, a una oveja que se hubiera recostado en la tierra.
Planta de hualajo
El paseo contemplativo nos lleva a descubrir otros seres vivos como el ‘chuicor’, un cactus espinoso conocido como ‘asiento de suegra’. Y si demoramos en nuestro trayecto y dejamos que la noche se apodere de Añazpampa, veremos sigiloso al zorrillo de la puna salir en busca de alimento. Los pequeños roedores están en peligro. Hay vida en Añazpampa, sólo hay que detenerse a contemplarla.
PACHACHACA
Seguimos camino en dirección a Marcavalle descendiendo las cuestas que nos precipitan hasta el terreno abierto de Pucará. Nuestro próximo destino es Pachachaca, que en quechua quiere decir ‘puente o enlace con la tierra’.
Y con la tierra vamos a conectar en una de las comunidades más interesantes para descubrir de todo el distrito pucarino. Las casas se dispersan en varios barrios a lo largo del valle rodeadas de chacras y terrenos de pasto donde pacen toros y ovejas. El adobe es el elemento que conforma las casas y las fachadas de los edificios muestran ese color a tierra que, como un camaleón, les mimetiza con el paisaje. Tierra en las casas, tierra en el camino, tierra en los cerros. Estamos en Pachachaca y aquí vamos a visitar los restos arqueológicos de un antiguo centro agrícola experimental de los incas.
El lugar se encuentra cerca del pueblo y el paseo podemos hacerlo andando ya que llegaremos en unos minutos. De esta forma podemos adentrarnos en una sucesión de chacras dispuestas sobre la cumbre de una loma. Son chacras separadas por tapiales en los que crece la cantuta, la flor de los incas, un arbusto que florece en los meses de julio y agosto llenando de pinceladas rojas, moradas y amarillas el paisaje. La altitud de este lugar, unos 3.800 metros, similar a la del Cusco, nos enlaza con el ombligo del mundo de los incas. Aquellos ingenieros debieron aprovechar esa similitud para desarrollar en este lugar de Pachachaca este centro agrícola experimental en el que distintos tipos de tierra se suceden de chacra en chacra para desarrollar nuevas técnicas de cultivo que poder exportar después por el resto del imperio. Para el visitante será atractivo descubrir este terreno pasando de un campo a otro, entre los tapiales y el aroma de la flor de la cantuta.
Flor de la cantuta
De esta forma completamos un recorrido que iniciamos en Dos de Mayo siguiendo el Camino del Inca, que nos llevó por los páramos de Añazpampa buscando vegetación y vida donde creíamos que no crecía nada y que nos devuelve a tiempos pasados rebuscando entre las chacras ese enlace con la tierra que pisamos en Pachachaca.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
PACO EN PACA (NAVEGANDO)
martes, 1 de septiembre de 2009
DESCUBRIENDO
El curaca o cacique y sus concubinas. Fiesta de la Pachamama en Huari, una comunidad cercana a Huancayo. Se realiza cada año a finales de agosto. Se trata de un ritual escenificado con la presencia de todos los sectores de las antiguas sociedades andinas, el señor y sus mujeres, el sacerdote y su séquito, las doncellas o jóvenes vírgenes, los guerreros y los campesinos.
Mi segundo bautizo. Recientemente he sido purificado por un 'layqa', un sacerdote andino, en un manantial sagrado de los incas, en Warivilca. Un ritual al que asistí emocionado
mientras sentía las frescas aguas en mi piel y en mi cabeza. Unas aguas respetadas y veneradas por las distintas civilizaciones que han pasado por aquí a lo largo de los siglos.
En los Andes también encontramos profundas grutas como la de Huagapo, en Palcamayo. Es una de las cavernas más grandes de la cordillera y se puede visitar hasta una profundidad de 300 metros. Más allá es necesaria la ayuda de especialistas. Los espeleólogos han llegado hasta las 2.800 metros. Por el fondo de la gruta corre un río y en los altos techos de la cueva aparecen figuras en la roca disimuladas entre milenarias estalagmitas y estalactitas que gotean constantemente. Impresionante.
Es hora de comer. Hoy de menú, pachamanca. Tradicionalmente un plato de fiesta, hoy en día se prepara en muchos restaurantes. Se cocina en un hueco en la tierra donde previamente se han calentado con fuego unas piedras. Al rescoldo se deja hacer lentamente la carne de res, cordero o chanco acompañada de todo tipo de verduras, papas, maíz,... En una o dos horas la pachamanca está lista.
jueves, 20 de agosto de 2009
DIARIOS DE PERUCICLETA
Les contaré desde cómo fue la toma de contacto con la realidad a 3.200 metros de altitud, cómo es Huancayo, con sus mercados y su importante feria de artesanía dominical. Incidiré en el trabajo que Prodei desarrolla en las comunidades del distrito de Pucará, les contaré el día a día de esa actividad y viviremos una jornada completa con esos niños para saber cómo se las arregla una familia de siete hijos cuando los padres salen muy pronto cada mañana a trabajar al mercado y la responsabilidad en el hogar recae en los hermanos mayores de apenas doce años.
La comarca del valle del Mantaro es conocida, además de por su agricultura, por la artesanía centenaria que se sigue realizando en algunas de sus comunidades. Aprenderemos a decorar los ‘mates burilados’ tan típicos de esta zona y tan reclamados por los turistas y estaremos con un artesano platero en su taller conociendo el arte de la filigrana de plata. Sí, de la plata que aún dejaron los españoles en el Perú.
La cultura andina está repleta de fiestas y de rituales y en este tiempo he tenido la oportunidad de asistir a varios. Por ejemplo, compartiremos con los niños de Talhuis, una comunidad a 4.000 metros de altitud, a la que casi nunca llega nadie, la ceremonia del ‘pagapu’ u ofrenda a la tierra, a la Pachamama. Rituales similares repetiremos en las laderas del nevado de Huaytapallana, la cumbre de nieves perpetuas que domina el valle del Mantaro y el punto más alto de una cordillera que fluctúa los 5.000 metros. La montaña está considerada por los andinos como un ‘apu’, o lo que es lo mismo, casi una divinidad a la que se venera y respeta. En busca de la naturaleza más virgen, les mostraré cascadas y cavernas y nos asomaremos a las cumbres para degustarnos la vista con la contemplación de la cuenca del Amazonas y su infinita llanura verde.
Visitaremos el cercano convento de Ocopa, construido por los franciscanos en el siglo XVIII. Su biblioteca es una de las más antiguas del continente y en ella se encuentran incunables invalorables con las crónicas de la evangelización y la conquista que redactaron los franciscanos a lo largo de varios siglos.
La estancia en Perú me permitirá también conocer otras regiones del país. Recorreremos las playas de la costa norte visitando las ciudades de Chiclayo y Trujillo y paseando a la orilla del Pacífico junto a los pescadores en sus barquitas conocidas como ‘caballitos de totora’. Visitaremos los restos arqueológicos de la tumba del Señor de Sipán y de las primeras civilizaciones que poblaron la costa en las ‘huacas’ del Sol y la Luna o en las ruinas de Chan Chan.
Dedicaremos el tiempo necesario a descubrir Lima, la Ciudad de los Reyes, en la actualidad una urbe de ocho millones de habitantes y llena de contrastes. Pasearemos por las avenidas de Miraflores en la zona más moderna de la ciudad, nos asomaremos al Puente de los Suspiros en Barranco, montaremos en las ‘combis de la muerte’ para llegar a las barriadas del cono norte como ‘Comas’, para que descubran la miseria de barrios como Collique, donde también trabaja Minka con la ONG limeña Asociación Pro Desarrollo Humano (APDH) que gestiona una casa de acogida para mujeres que sufren violencia doméstica. De esta forma descubriremos cómo en Lima podemos encontrar el mayor complejo de fuentes en el Círculo Mágico del Agua, y a la vez, barrios sin agua corriente. Todo esto sumergidos en esa neblina gris, del mismo color de la tierra, que empaña a la ciudad con una tristeza infinita.
Y por supuesto, no abandonaré Perú sin visitar Cuzco, el ombligo del mundo de los Incas, Machu Picchu, la ciudad de Puno y el lago Titicaca, y sin contemplar desde las alturas las famosas y misteriosas ‘líneas’ de Nazca.
A LA MITAD DEL CAMINO
Después de sobrepasar la mitad de mi estancia en Perú y a falta de un mes para terminar el proyecto en Huancayo, son ya muchas las experiencias que se acumulan. Aquellos primeros días de julio resultaron un poco confusos, con el cambio de horario, el mal de altura y todas las sensaciones nuevas. Resultaron difíciles pero, ¿cuándo es fácil un cambio? ¡Era todo tan distinto! Desde el bullicio de las calles y el tráfico a la gastronomía siempre picante con una pizquita de ají en todos los platos.
Llegué a Perú sin conocer a nadie y era como comenzar de cero. Otra vez. Resetear. Tuve que ubicarme en una nueva casa, en una ciudad distinta, con nuevos compañeros de trabajo. No, no fueron fáciles aquellos días. Pero resulta que ahora parecen hasta lejanos. La impresión que me causaba la suciedad, por ejemplo, de los niños de las comunidades en las que trabajamos, es algo que ahora pasa desapercibido. Si aquellos días me resultaba incómodo el simple hecho de tocar sus manos, poco a poco ha ido desapareciendo esa sensación y disfruto jugando con ellos, con su contacto físico cuando te ven y vienen corriendo a abrazarte.
Y esto es sólo un ejemplo, porque ha ido sucediendo con otros aspectos. La casa en la que vivo que me parecía triste y aburrida ahora es acogedora y me siento a gusto cuando llego cansado por la tarde; si tenía casi pánico de subir las cuestas de Talhuis en la moto, ahora disfruto del viaje y del paisaje; si sufría ante un plato de comida cocinada sabe Dios cómo, ahora caigo ante el arroz y el trozo de pollo con hambre; si no llegaba a entender las apreturas de los viajes urbanos en combi, ahora me parece más divertido cuanta más gente vamos.
Esto es Perú y si yo tenía otra impresión antes de venir, puedo decirles que ha desaparecido y que Perú es como es. Es así, con todas estas incomodidades que ya no lo son para mí. ¿Saben una cosa? A pesar de la miseria que pueda haber en un país tan pobre como este, no he visto a nadie pedir en las calles. Por muy pobre que sea alguien, si quiere conseguir unos céntimos siempre te ofrece algo, te vende algo. Como ejemplo, una viejecita vestida con harapos en una esquina. A sus pies tiene una báscula, de esas planas que casi todos tenemos en el baño de casa. Por 10 céntimos de sol puedes saber tu peso. Siempre hay algo que vender. Como los que ofrecen el teléfono móvil (aquí celular) para hacer una llamada, una simple llamada. Si tú no tienes móvil, usas uno de estos que te ofrecen en las esquinas al grito de ¡llamadas, llamadas! y pagas el importe. Así de sencillo.
Después de mes y medio en el proyecto ‘Comunidades Andinas Educativas’, como ven, he tenido tiempo de adaptarme a la realidad, de conocer el entorno en el que me muevo, de comprender que la primera impresión no es la que cuenta sino lo que viene detrás. En este tiempo he puesto en marcha tres talleres de radio en las comunidades de Pucará (éste está a punto de terminar), en Talhuis y en Raquina. En este tiempo he asistido a un pagapu de ofrenda a la Pachamama, he pateado las calles de Huancayo hasta la feria de artesanía, he conocido cómo se hace un mate burilado, he recorrido los claustros del convento de Ocopa donde los misioneros franciscanos se preparaban antes de iniciar su aventura de evangelización en la selva amazónica hace 300 años, he visto cómo los pucarinos representan una batalla que ocurrió hace más de cien años, he bailado en las fiestas de Santiago con un grupo de eslovenos, he probado la pachamanca y no me gustó, y un plato de arroz con marisco que me estuvo tan rico como si lo comiera en la playa de Valencia, he sufrido la tristeza gris y húmeda de la ciudad de Lima, pero también he vivido en esta ciudad las sensaciones más intensas, he metido los pies en las aguas del Pacífico en una playa inmensa y solitaria, he visto tumbas de hace 2.000 años o más, he mascado coca a 4.000 metros de altitud, he cruzado el cauce de un río en autobús, he hecho tantas cosas que hasta me ha mordido un perro, aunque en este caso yo no quería. De esto hace mes y medio, pero parece ¡tan lejos!
lunes, 10 de agosto de 2009
MATES BURILADOS
domingo, 2 de agosto de 2009
¡A LA PLAYA!
Aprovechando las Fiestas Patrias del Perú, los dos jóvenes cooperantes de Minka en este país se han ido de vacaciones. Unos días en busca del sol y la playa que tanto echan de menos en estos días de finales de julio. Ruta hacia el norte con destino a las ciudades de Chiclayo y Trujillo y su entorno. Los días les depararon encuentros con civilizaciones antiguas como los Moches de la huaca de la Luna o los Chimú de Chan Chan. El caminar les llevó a la orilla del Pacífico para, al menos, meter los pies en el mar y disfrutar del atardecer. También, en la mesa, los jóvenes cooperantes disfrutaron del mejor pescado de la costa norte peruana.
Al final de la semana esperaba Lima, con recorridos por el centro, almuerzo en el bar Cordano, visita al Circuito Mágico del Agua, Miraflores, Barranco y la noche limeña.
sábado, 25 de julio de 2009
KALLPA
martes, 21 de julio de 2009
COMUNICÁNDONOS
Les hemos explicado la diferencia entre los distintos canales de comunicación como el oral o el escrito. En este segundo caso hemos utilizado la diferencia entre escribir un mensaje en castellano o en quechua y como no todos podemos comprenderlo al desconocer el idioma.
Hemos jugado a las señas para explicarles que existen distintos códigos de comunicación más allá de las palabras. Todos conocían alguna seña que significa algo: el dedo índice sobre la boca indica silencio, el puño cerrado con el pulgar extendido hacia arriba indica algo positivo o aprobado.
Hemos jugado al teléfono roto para explicar las interferencias como los elementos que hacen que el mensaje no llegue con claridad al receptor y para finalizar hemos hecho el sencillo pero siempre divertido teléfono con vasos de yogures. Algunos niños han sido innovadores y han creado toda una red con cinco teléfonos conectados entre sí y, todo hay que decirlo, funcionaba.
Ha sido mi primera experiencia pedagógica con niños, guiado siempre por los ‘profes’ Marco y Jesús, y el resultado es positivo.
jueves, 16 de julio de 2009
PAGAPU (OFRENDA A LA TIERRA)
Conforme se va acercando el mediodía, aprovechando que el sol alcanza su cenit, los niños de la escuela de Talhuis, una comunidad del distrito de Pucará a unos 4.000 metros de altitud y a la que se llega serpenteando un camino empinado entre eucaliptos y algún rebaño de ovejas, se van congregando en el ‘estadio’, una anchura entre las montañas lo suficientemente amplia como para crear un campo de fútbol. Este espacio recreativo ha sido el elegido para realizar el ‘pagapu’, la ofrenda a la Pachamama, un acto de renovación que consiste en devolver a la tierra lo que nos da. El objetivo es recrear y revivir una tradición andina prehispánica para que los niños la recuerden. Junto a ellos, sus profesores y algunos padres de la comunidad van a participar en la ceremonia que dirige Víctor E. Vilcahuaman, un sacerdote andino, un ‘layqa’.
El sol acompaña con una buena temperatura y la expectación va creciendo conforme se desarrollan los preparativos. En el lugar elegido, el layqa extiende una manta sobre el suelo. Desata los fardos y va sacando los elementos que conforman la ofrenda. Para transportarlos hasta Talhuis se han utilizado bolsas de plástico o recipientes del mismo material, pero el layqa los retira. “En el pagapu no podemos utilizar este material, el plástico”, explica Víctor, "porque todo debe ser natural". Es entonces cuando dispone de cazoletas de madera, cuencos de barro y pequeños recipientes de estos materiales que se van distribuyendo sobre la manta. En cada uno de ellos va colocando un sinfín de productos hortícolas andinos: papas de diversas variedades (amarillas, moradas, blancas -guairo-, redondeadas, alargadas, retorcidas -camote y camotillo, que son papas dulces-), semillas como la kiwicha, la quinua, la mashua o el pallar, maíz, dulces, habas, flores de altura como la flor de Santiago o 'wamalli' que crece en esta época. Todos los elementos de la ofrenda han de ser autóctonos de la comunidad y cada participante en la ceremonia aporta algo.
También forma parte del pagapu la 'chicha de jora', esa bebida a base de maíz molido y fermentado tan común en los Andes. El layqa deja a los niños la labor de verter el líquido desde la garrafa de plástico a una tinajilla de barro llamada 'porongo' y otros participantes se encargan de repartir entre los asistentes al pagapu la primera ronda de chicha. Todos toman un primer vaso. Comienza el ritual. Junto a la chicha, otros licores como el aguardiente de caña o cañazo macerado en una frasca de vidrio que contiene cuatro serpientes y que ponen un punto exótico a la ceremonia. También se distribuye una ronda de este licor entre los asistentes, pero esta vez sólo a los adultos.
Y otro elemento fundamental en el pagapu es la hoja de coca, la planta sagrada. También queda reservado este uso a los adultos que por turnos, a la vez que van mascando coca, van eligiendo de sus bolsas las mejores hojas para formar el ‘quintu’, es decir, cuatro hojas no dañadas ni dobladas que colocan superpuestas y se cogen con los dedos índice y pulgar. Ritualmente cada uno deposita su ‘quintu’ en un cuenco de madera que pasará a formar parte de las ofrendas que se disponen ya sobre la manta extendida.
El círculo de los asistentes al pagapu permanece atento a los movimientos del layqa que va explicando en castellano los motivos de tan singular ritual: “El pagapu es el pago a la tierra. Es costumbre realizarlo una vez al año como ofrenda y a la vez como petición a la Pachamama. Su misión es pedir buenas cosechas, agua para los campos y bienestar y fecundidad para los ganados”.
En la actualidad el pagapu está más relegado al ámbito familiar y a la intimidad del hogar donde la ceremonia la oficia el patriarca. Muchas familias andinas disponen en un lugar subterráneo de sus casas de un pequeño altar, cerca de la tierra, donde realizan sus ofrendas a la Pachamama. Una de las razones por las que los pagapus han dejado de hacerse en comunidad es la religión cristiana que quiso eliminarlos al tratarse de un ritual pagano.
El pagapu lo realizan algunas comunidades en fechas especiales durante todo el año, por ejemplo, en el mes de febrero cuando siembran sus papas para pedir una buena cosecha, aunque los meses de junio, julio y agosto también son buenas fechas “porque los cerros están sensibles”, explica el layqa. Además, julio es el mes del Santiago, la fiesta de los animales o 'tingachicuy', también una celebración pre-hispánica adaptada al cristianismo en torno a la festividad del apóstol Santiago el 25 de julio.
El silencio y el respeto de los niños, otras veces correteando y gritando por este campo de fútbol, acompañan las explicaciones de Víctor. A lo lejos, el rebuzno de un burro en los cerros parece ser el único elemento que distorsiona el ritual.
Otros elementos fundamentales en el pagapu son las ‘illas’. ¿Qué son? Ni más ni menos que piedras con formas de animales como el cui, la oveja, la llama, la vaca, la gallina. Animales domésticos de la vida andina. Estas piedras se encuentran el los cauces de los ríos o en las laderas de los cerros. Según la cultura andina, una 'illa' sólo se encuentra por un golpe de suerte o por la fe que tiene el campesino. El layqa dispone de varias de ellas para el pagapu y su similitud con los animales a los que representan es asombrosa. “Una 'illa' es, como se diría en castellano, el prototipo, el arquetipo y viene a ser lo mismo que el espíritu del animal al que representa”. Su función en el pagapu es precisamente pedir por la salud o por una buena cría de esos animales domésticos.
Víctor E. Vilcahuaman cuenta a los asistentes una leyenda inca asentada en estas tierras del valle del Mantaro: “Hace mucho tiempo este valle era un mar en el que habitaba un ‘amaru’, una serpiente alada. Con el tiempo, el dios Viracocha creo otro 'amaru' para que el primero no estuviera solo pero ambos terminaron en disputas. La lucha entre los dos provocó el derrumbe de las montañas y el desbordamiento de aquel mar interior formándose entonces el río. El reptar de los 'amarus' por el valle dio lugar a las piedras con formas de animales”. Ese es el origen de las 'illas' que hoy encontramos como parte de este ritual.
Dos elementos más conforman el ambiente del pagapu: el fuego y el sonido. Junto a las ofrendas extendidas sobre la manta en el suelo, el layqa enciende un pequeño fuego con madera de ‘palo santo’, un árbol amazónico. Y el sonido lo produce con la ‘tinya’, una especie de tambor andino elaborado con piel de oveja “aunque en la antigüedad se hacía con piel de perro”. Algunos dicen que también los incas llegaron a hacerlos con la piel de los españoles.
Entre el humo oloroso de la fogata y el sonido de la 'tinya', acompañado por las frases en quechua, el layqa realiza la ofrenda a los ‘apus’, a la Pachamama y al Sol, el 'inti' que adoraban los incas. Tras unos minutos de invocación y conjuro, casi de abstracción, Víctor vuelve a hablarnos en castellano: “Ahora vamos a depositar todos las ofrendas en la tierra”. Es la parte siguiente del pagapu, devolver a la tierra lo que la tierra nos ha dado.
domingo, 12 de julio de 2009
BATALLA DE MARCAVALLE Y PUCARÁ
Momento final de la representación con los chilenos muertos en el campo de batalla