Conforme se va acercando el mediodía, aprovechando que el sol alcanza su cenit, los niños de la escuela de Talhuis, una comunidad del distrito de Pucará a unos 4.000 metros de altitud y a la que se llega serpenteando un camino empinado entre eucaliptos y algún rebaño de ovejas, se van congregando en el ‘estadio’, una anchura entre las montañas lo suficientemente amplia como para crear un campo de fútbol. Este espacio recreativo ha sido el elegido para realizar el ‘pagapu’, la ofrenda a la Pachamama, un acto de renovación que consiste en devolver a la tierra lo que nos da. El objetivo es recrear y revivir una tradición andina prehispánica para que los niños la recuerden. Junto a ellos, sus profesores y algunos padres de la comunidad van a participar en la ceremonia que dirige Víctor E. Vilcahuaman, un sacerdote andino, un ‘layqa’.
Los asistentes al pagapu en la comunidad de Talhuis
El sol acompaña con una buena temperatura y la expectación va creciendo conforme se desarrollan los preparativos. En el lugar elegido, el layqa extiende una manta sobre el suelo. Desata los fardos y va sacando los elementos que conforman la ofrenda. Para transportarlos hasta Talhuis se han utilizado bolsas de plástico o recipientes del mismo material, pero el layqa los retira. “En el pagapu no podemos utilizar este material, el plástico”, explica Víctor, "porque todo debe ser natural". Es entonces cuando dispone de cazoletas de madera, cuencos de barro y pequeños recipientes de estos materiales que se van distribuyendo sobre la manta. En cada uno de ellos va colocando un sinfín de productos hortícolas andinos: papas de diversas variedades (amarillas, moradas, blancas -guairo-, redondeadas, alargadas, retorcidas -camote y camotillo, que son papas dulces-), semillas como la kiwicha, la quinua, la mashua o el pallar, maíz, dulces, habas, flores de altura como la flor de Santiago o 'wamalli' que crece en esta época. Todos los elementos de la ofrenda han de ser autóctonos de la comunidad y cada participante en la ceremonia aporta algo.
También forma parte del pagapu la 'chicha de jora', esa bebida a base de maíz molido y fermentado tan común en los Andes. El layqa deja a los niños la labor de verter el líquido desde la garrafa de plástico a una tinajilla de barro llamada 'porongo' y otros participantes se encargan de repartir entre los asistentes al pagapu la primera ronda de chicha. Todos toman un primer vaso. Comienza el ritual. Junto a la chicha, otros licores como el aguardiente de caña o cañazo macerado en una frasca de vidrio que contiene cuatro serpientes y que ponen un punto exótico a la ceremonia. También se distribuye una ronda de este licor entre los asistentes, pero esta vez sólo a los adultos.
Y otro elemento fundamental en el pagapu es la hoja de coca, la planta sagrada. También queda reservado este uso a los adultos que por turnos, a la vez que van mascando coca, van eligiendo de sus bolsas las mejores hojas para formar el ‘quintu’, es decir, cuatro hojas no dañadas ni dobladas que colocan superpuestas y se cogen con los dedos índice y pulgar. Ritualmente cada uno deposita su ‘quintu’ en un cuenco de madera que pasará a formar parte de las ofrendas que se disponen ya sobre la manta extendida.
El círculo de los asistentes al pagapu permanece atento a los movimientos del layqa que va explicando en castellano los motivos de tan singular ritual: “El pagapu es el pago a la tierra. Es costumbre realizarlo una vez al año como ofrenda y a la vez como petición a la Pachamama. Su misión es pedir buenas cosechas, agua para los campos y bienestar y fecundidad para los ganados”.
En la actualidad el pagapu está más relegado al ámbito familiar y a la intimidad del hogar donde la ceremonia la oficia el patriarca. Muchas familias andinas disponen en un lugar subterráneo de sus casas de un pequeño altar, cerca de la tierra, donde realizan sus ofrendas a la Pachamama. Una de las razones por las que los pagapus han dejado de hacerse en comunidad es la religión cristiana que quiso eliminarlos al tratarse de un ritual pagano.
El pagapu lo realizan algunas comunidades en fechas especiales durante todo el año, por ejemplo, en el mes de febrero cuando siembran sus papas para pedir una buena cosecha, aunque los meses de junio, julio y agosto también son buenas fechas “porque los cerros están sensibles”, explica el layqa. Además, julio es el mes del Santiago, la fiesta de los animales o 'tingachicuy', también una celebración pre-hispánica adaptada al cristianismo en torno a la festividad del apóstol Santiago el 25 de julio.
El silencio y el respeto de los niños, otras veces correteando y gritando por este campo de fútbol, acompañan las explicaciones de Víctor. A lo lejos, el rebuzno de un burro en los cerros parece ser el único elemento que distorsiona el ritual.
Otros elementos fundamentales en el pagapu son las ‘illas’. ¿Qué son? Ni más ni menos que piedras con formas de animales como el cui, la oveja, la llama, la vaca, la gallina. Animales domésticos de la vida andina. Estas piedras se encuentran el los cauces de los ríos o en las laderas de los cerros. Según la cultura andina, una 'illa' sólo se encuentra por un golpe de suerte o por la fe que tiene el campesino. El layqa dispone de varias de ellas para el pagapu y su similitud con los animales a los que representan es asombrosa. “Una 'illa' es, como se diría en castellano, el prototipo, el arquetipo y viene a ser lo mismo que el espíritu del animal al que representa”. Su función en el pagapu es precisamente pedir por la salud o por una buena cría de esos animales domésticos.
Víctor E. Vilcahuaman cuenta a los asistentes una leyenda inca asentada en estas tierras del valle del Mantaro: “Hace mucho tiempo este valle era un mar en el que habitaba un ‘amaru’, una serpiente alada. Con el tiempo, el dios Viracocha creo otro 'amaru' para que el primero no estuviera solo pero ambos terminaron en disputas. La lucha entre los dos provocó el derrumbe de las montañas y el desbordamiento de aquel mar interior formándose entonces el río. El reptar de los 'amarus' por el valle dio lugar a las piedras con formas de animales”. Ese es el origen de las 'illas' que hoy encontramos como parte de este ritual.
El sol acompaña con una buena temperatura y la expectación va creciendo conforme se desarrollan los preparativos. En el lugar elegido, el layqa extiende una manta sobre el suelo. Desata los fardos y va sacando los elementos que conforman la ofrenda. Para transportarlos hasta Talhuis se han utilizado bolsas de plástico o recipientes del mismo material, pero el layqa los retira. “En el pagapu no podemos utilizar este material, el plástico”, explica Víctor, "porque todo debe ser natural". Es entonces cuando dispone de cazoletas de madera, cuencos de barro y pequeños recipientes de estos materiales que se van distribuyendo sobre la manta. En cada uno de ellos va colocando un sinfín de productos hortícolas andinos: papas de diversas variedades (amarillas, moradas, blancas -guairo-, redondeadas, alargadas, retorcidas -camote y camotillo, que son papas dulces-), semillas como la kiwicha, la quinua, la mashua o el pallar, maíz, dulces, habas, flores de altura como la flor de Santiago o 'wamalli' que crece en esta época. Todos los elementos de la ofrenda han de ser autóctonos de la comunidad y cada participante en la ceremonia aporta algo.
También forma parte del pagapu la 'chicha de jora', esa bebida a base de maíz molido y fermentado tan común en los Andes. El layqa deja a los niños la labor de verter el líquido desde la garrafa de plástico a una tinajilla de barro llamada 'porongo' y otros participantes se encargan de repartir entre los asistentes al pagapu la primera ronda de chicha. Todos toman un primer vaso. Comienza el ritual. Junto a la chicha, otros licores como el aguardiente de caña o cañazo macerado en una frasca de vidrio que contiene cuatro serpientes y que ponen un punto exótico a la ceremonia. También se distribuye una ronda de este licor entre los asistentes, pero esta vez sólo a los adultos.
Y otro elemento fundamental en el pagapu es la hoja de coca, la planta sagrada. También queda reservado este uso a los adultos que por turnos, a la vez que van mascando coca, van eligiendo de sus bolsas las mejores hojas para formar el ‘quintu’, es decir, cuatro hojas no dañadas ni dobladas que colocan superpuestas y se cogen con los dedos índice y pulgar. Ritualmente cada uno deposita su ‘quintu’ en un cuenco de madera que pasará a formar parte de las ofrendas que se disponen ya sobre la manta extendida.
El círculo de los asistentes al pagapu permanece atento a los movimientos del layqa que va explicando en castellano los motivos de tan singular ritual: “El pagapu es el pago a la tierra. Es costumbre realizarlo una vez al año como ofrenda y a la vez como petición a la Pachamama. Su misión es pedir buenas cosechas, agua para los campos y bienestar y fecundidad para los ganados”.
En la actualidad el pagapu está más relegado al ámbito familiar y a la intimidad del hogar donde la ceremonia la oficia el patriarca. Muchas familias andinas disponen en un lugar subterráneo de sus casas de un pequeño altar, cerca de la tierra, donde realizan sus ofrendas a la Pachamama. Una de las razones por las que los pagapus han dejado de hacerse en comunidad es la religión cristiana que quiso eliminarlos al tratarse de un ritual pagano.
El pagapu lo realizan algunas comunidades en fechas especiales durante todo el año, por ejemplo, en el mes de febrero cuando siembran sus papas para pedir una buena cosecha, aunque los meses de junio, julio y agosto también son buenas fechas “porque los cerros están sensibles”, explica el layqa. Además, julio es el mes del Santiago, la fiesta de los animales o 'tingachicuy', también una celebración pre-hispánica adaptada al cristianismo en torno a la festividad del apóstol Santiago el 25 de julio.
El silencio y el respeto de los niños, otras veces correteando y gritando por este campo de fútbol, acompañan las explicaciones de Víctor. A lo lejos, el rebuzno de un burro en los cerros parece ser el único elemento que distorsiona el ritual.
Otros elementos fundamentales en el pagapu son las ‘illas’. ¿Qué son? Ni más ni menos que piedras con formas de animales como el cui, la oveja, la llama, la vaca, la gallina. Animales domésticos de la vida andina. Estas piedras se encuentran el los cauces de los ríos o en las laderas de los cerros. Según la cultura andina, una 'illa' sólo se encuentra por un golpe de suerte o por la fe que tiene el campesino. El layqa dispone de varias de ellas para el pagapu y su similitud con los animales a los que representan es asombrosa. “Una 'illa' es, como se diría en castellano, el prototipo, el arquetipo y viene a ser lo mismo que el espíritu del animal al que representa”. Su función en el pagapu es precisamente pedir por la salud o por una buena cría de esos animales domésticos.
Víctor E. Vilcahuaman cuenta a los asistentes una leyenda inca asentada en estas tierras del valle del Mantaro: “Hace mucho tiempo este valle era un mar en el que habitaba un ‘amaru’, una serpiente alada. Con el tiempo, el dios Viracocha creo otro 'amaru' para que el primero no estuviera solo pero ambos terminaron en disputas. La lucha entre los dos provocó el derrumbe de las montañas y el desbordamiento de aquel mar interior formándose entonces el río. El reptar de los 'amarus' por el valle dio lugar a las piedras con formas de animales”. Ese es el origen de las 'illas' que hoy encontramos como parte de este ritual.
Ataviado con vestimentas tradicionales de los andes, con el ‘kipu’ en la cintura (esa retahíla de cuerdas anudadas de colores que los incas utilizaban para anotar, para registrar los números, los acontecimientos, las cosas que pasaban), con bolsillos de piel de cóndor o de vicuña, el layqa deja de utilizar el castellano y comienza el ritual en quechua. También, anudado a su cintura, lleva un ‘wuaraca’, un cinturón de lana anudado que “me da fuerza espiritual para hablar con los ‘apus’, las divinidades de la tierra como los cerros, los ríos, las lagunas, los valles, las colinas”, explica.
Dos elementos más conforman el ambiente del pagapu: el fuego y el sonido. Junto a las ofrendas extendidas sobre la manta en el suelo, el layqa enciende un pequeño fuego con madera de ‘palo santo’, un árbol amazónico. Y el sonido lo produce con la ‘tinya’, una especie de tambor andino elaborado con piel de oveja “aunque en la antigüedad se hacía con piel de perro”. Algunos dicen que también los incas llegaron a hacerlos con la piel de los españoles.
Entre el humo oloroso de la fogata y el sonido de la 'tinya', acompañado por las frases en quechua, el layqa realiza la ofrenda a los ‘apus’, a la Pachamama y al Sol, el 'inti' que adoraban los incas. Tras unos minutos de invocación y conjuro, casi de abstracción, Víctor vuelve a hablarnos en castellano: “Ahora vamos a depositar todos las ofrendas en la tierra”. Es la parte siguiente del pagapu, devolver a la tierra lo que la tierra nos ha dado.
Dos elementos más conforman el ambiente del pagapu: el fuego y el sonido. Junto a las ofrendas extendidas sobre la manta en el suelo, el layqa enciende un pequeño fuego con madera de ‘palo santo’, un árbol amazónico. Y el sonido lo produce con la ‘tinya’, una especie de tambor andino elaborado con piel de oveja “aunque en la antigüedad se hacía con piel de perro”. Algunos dicen que también los incas llegaron a hacerlos con la piel de los españoles.
Entre el humo oloroso de la fogata y el sonido de la 'tinya', acompañado por las frases en quechua, el layqa realiza la ofrenda a los ‘apus’, a la Pachamama y al Sol, el 'inti' que adoraban los incas. Tras unos minutos de invocación y conjuro, casi de abstracción, Víctor vuelve a hablarnos en castellano: “Ahora vamos a depositar todos las ofrendas en la tierra”. Es la parte siguiente del pagapu, devolver a la tierra lo que la tierra nos ha dado.
Frasca con aguardiente de caña
A apenas unos metros del lugar donde se ha celebrado la ceremonia, el layqa elige una oquedad en la tierra. Allí, siguiendo el antiguo ritual y de nuevo con frases en quechua, Víctor va depositando las papas, las semillas, el maíz, los garbanzos, las habas, los dulces, las flores, la chica, el aguardiente de caña, las flores de altura y todas los ofrendas que cada participante ha aportado al pagapu. Vuelve a la tierra lo que de la tierra salió. La Pachamama está agradecida, el ritual se ha cumplido y la 'tinya' suena alegre mientras los participantes entonan canciones en quechua. Después del pagapu llega la fiesta.
1 comentario:
Estimado Paco Auñón
Queríamos ponernos en contacto con usted. Le dejamos nuestro contacto y le agradeceríamos que nos indicase una dirección para escribirle.
Atentamente
Flor de Santiago
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