lunes, 25 de enero de 2010

MÁS ALLÁ DE LOS BACHES...

Iglesia abandonada de Matallana, con el pico Ocejón (2.048 m) de fondo


“Hemos descrito círculos hasta que hemos llegado los dos otra vez al hogar. Lo hemos anulado todo menos nuestra libertad, todo menos nuestra alegría’

Walt Whitman


Es una de las cosas que aún tiene pendientes el alcalde de Campillo de Ranas, que le arreglen la carretera de acceso a la comarca del Ocejón. La ruta de la arquitectura negra de Guadalajara se ubica en el extremo noroeste de la provincia, cerca ya de la Comunidad de Madrid. Tanto si se accede desde la A-1 como desde la A-2, para llegar hasta Campillo, los últimos kilómetros de carretera son insufribles. Uno no sabe si es que no los arreglan porque no alcanza el presupuesto o porque definitivamente han decidido dejar la pista así con el objetivo de crear esa sensación de que uno llega al culo del mundo y que la civilización queda atrás, muy atrás.


Superada la prueba de conducción entre baches, el visitante llega a los pueblecitos de Campillo de Ranas, Majaelrayo, Robleluengo, Roblelacasa, El Espinar, Campillejo o el despoblado de Matallana. Estamos en el corazón de la zona de la arquitectura de pizarra que aporta una característica especial a las construcciones, el color negro. Estas piedras oscuras las encuentran los lugareños en el terreno y a lo largo de los siglos han sido su material de construcción. Fachadas, tejados y hasta el pavimento de las calles se hace con estas lascas lisas y brillantes. Entre el verdor del paisaje cuesta a veces distinguir los núcleos de población formados por pequeñas casas negras. De vez en cuando sobresale de los tejados una espadaña con dos campanas o una torre más elevada como la de Campillo de Ranas.


Nos encontramos en la vertiente oeste del pico del Ocejón que con 2.048 metros es uno de los más altos de Castilla-La Mancha. Su cima aparece nevada y semioculta entre las nieblas en los días de invierno. Al otro lado está Valverde de los Arroyos; a este lado está Majaelrayo, el pueblo de las danzas del Santo Niño (primer domingo de septiembre, declaradas de Interés Turístico Regional) y de aquel anuncio del coche todoterreno, “¿Y el Madrid qué, otra vez campeón de Europa?”, que decía el cabrero. Y unos kilómetros antes está Campillo de Ranas, el pueblo de las bodas civiles.


Esta historia comenzó en 2005 cuando el Parlamento Español aprobó los matrimonios entre homosexuales. Algunos alcaldes españoles se opusieron a oficiar bodas entre personas del mismo sexo en sus ayuntamientos en un intento de boicotear la Ley. Fue entonces cuando, desde un pueblo de 50 habitantes, al que se llega después de más una hora de carretera llena de baches, surgió segura la voz de su alcalde que clamaba: “Yo caso”.


Campillo de Ranas


Francisco Maroto es un alcalde joven, homosexual y dedicado a la apicultura. Aquella frase ha resultado, años después, un acierto para la revitalización de la economía de su municipio. Campillo de Ranas se ha convertido en un destino entre montañas al que acuden parejas de todo el mundo para casarse, la mitad de ellas homosexuales.


Iniciativas como ésta, sumadas a los proyectos de desarrollo promovidos desde programas europeos como el Leader, que han fomentado la proliferación de restaurantes y alojamientos rurales, han convertido a la comarca de Campillo de Ranas en un referente del turismo rural muy demandado.


Arquitectura popular de pizarra


Claro, que contaban ya con el decorado. El paisaje natural de estos pueblos negros es espectacular. El simple paseo por las calles enlosadas de pizarra o el senderismo por los alrededores en busca de las corrientes del tramo alto del río Jarama o de las chorreras del arroyo del Soto, son ofertas apetecibles para todos aquellos que quieran alejarse de la gran ciudad. Y si todo esto termina sentados a la mesa en torno a un buen asado de cordero o de cabrito, pues eso, que a uno le entran ganas, no sólo de casarse, sino de quedarse a vivir aquí para siempre.

Casas de pizarra en Campillo de Ranas

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